Se han cantado muchas veces las aventuras de Ulises el aqueo inventando la idea de un gigantesco caballo de madera para tomar Troya.
Se ha relatado en innumerables ocasiones la vuelta de Ulises el astuto a Ítaca. La historia de cómo burló a Polifemo, navegó entre Escila y Caribdis, escuchó a las tentadoras sirenas atado al mástil de su barco y huyó de la bruja Circe.
También se ha cantado cómo llegó a Ítaca veinte años después de su partida en tal lamentable estado que solo fue reconocido por su pulgoso perro Argos que murió de alegría al verle de nuevo.
Se ha recitado en miles de ocasiones como después , junto a su hijo Telémaco, expulsó a los admiradores de su esposa Penélope que tejía sin fin para darles largas.
Todo eso quedó atrás. Ahora Ulises reina en Ítaca sin luchas ni enemigos.
Para los que escuchan los cantos de los poetas la historia de Ulises acaba ahí. Pero la historia nunca acaba donde dejan de contarla los rapsodas.
Ulises tiene a su esposa Penélope y a su hijo Telémaco. Descansa tranquilo en su palacio de Ítaca con su perro Argos a los pies y su feliz pueblo alrededor. Siempre hay quien cante sus aventuras en Troya para conseguir un plato caliente. Es agradable escuchar una vez más el relato de la ingeniosa estratagema que puso fin a la guerra con los troyanos.
El tiempo pasa tranquilo y plácido en Ítaca.
Ulises es rey y héroe. Todos alaban su inteligencia y loan sus victorias. En ocasiones, algún antiguo compañero atraca en Ítaca. Juntos, recuerdan a los fallecidos, ríen las anécdotas, celebran sus triunfos y dan cuenta sin moderación de corderos y garrafas de vinos. Cuando acaba la cena, embriagado de alcohol y de risas, Ulises va a su lecho casi tambaleándose y descansa hasta bien entrado el día.
No se conocen los sueños de Ulises. Pero sí se sabe que en ocasiones pasa las horas del atardecer mirando el mar, en dirección a la lejana y arrasada Troya.
El tiempo pasa tranquilo y plácido en Ítaca.
No se conocen los pensamientos de Ulises. Pero quizá Ulises, mientras su mirada vaga por el horizonte en que el sol va desapareciendo, recuerda tiempos pasados. Quizá siente nostalgia de las guerras y de las aventuras, del embrujo de Circe y de la sangre reptando por su espada. O quizá, y esto parece lo más probable, Ulises no siente nostalgia de los hechos pasados, sino del hombre que era cuando todos esos hechos acontecieron.